La lista anterior es sólo un ejemplo de cómo estructurar un “código de conducta” que contenga el significado de los valores en términos de comportamientos deseados.
Usted puede adaptarlo o formularlo de otra manera, de acuerdo con la realidad propia de su organización. Pero, el resultado debe ser el mismo: Una guía práctica para los integrantes del equipo, en cuya construcción ellos también han participado.
En las últimas dos décadas he tenido la oportunidad de realizar centenares de sesiones de trabajo para ayudar a distintos tipos de organizaciones a definir sus valores, y casi siempre he tenido que enfrentar dificultades similares.
Muchas veces se habla de la “ética” como un valor, pero ésta es una rama de la filosofía que se ocupa de la moral, de la que también se habla como un valor. Sin embargo, la moral está compuesta por convenciones sociales sobre lo bueno y lo malo, y siempre ha estado cargada de contradicciones. Por ejemplo, los terroristas políticos asesinan personas para imponer lo que ellos consideran moralmente bueno.
Así que con este tipo de referencias, los valores en las organizaciones se han convertido en un tema sobre el que se desatan muchas polémicas teóricas que, al final, producen pocas implicaciones prácticas útiles.
Muchas organizaciones definen sus valores, pero lo hacen como una especie de obligación gerencial. No parecen tener mucha claridad ni convicción sobre sus beneficios en el día a día de sus actividades. Por lo menos eso no se ve en la práctica.
Aterricé en este tema porque todas las acciones de una organización comunican valores, y la comunicación es mi área de especialidad.
Es muy difícil definir y transmitir mensajes clave consistentes para una empresa o producto, sin basarse en sus valores. Todo acto de comunicación (de fondo y forma) está lleno de valores.
Así como las organizaciones transpiran comunicación en todo lo que hacen, dicen, dejan de hacer o decir, así mismo transpiran valores sobre su razón de ser y en relación a sus ser y en relación a sus públicos. De tal manera que rescatar el valor de los valores en las organizaciones luce como una necesidad importante.
Espero haber logrado transmitir que las organizaciones con valores compartidos logran desarrollar una cultura organizacional que les permite desempeñarse con excelencia y mucho mejor que las que no comparten significados similares sobre sus principios.
También aspiro a que este texto sea de utilidad para su día a día profesional. Y como creo que el valor de la comunicación -entre otras cosas- consiste en un constante intercambio de “doble vía”, valoraría mucho que sea usted quien me permita saber su opinión sobre este “libro de bolsillo”.
Por favor, envíeme sus comentarios a mi dirección de correo electrónico: jucar@cograf.com.
Gracias por su atención.
Juan Carlos Jiménez
Noviembre 2008